Diga lo que diga, serán los demás los que decidan qué significan mis palabras. Mi opinión toma partido sin que yo lo tome. No hay palabra que no hayamos pervertido hasta convertirla en su contrario, en otra cosa. Hemos retorcido las palabras hasta dejarnos sin palabras, hasta hacer que las palabras nos traicionen y nos hagan despreciables. La democracia es violenta, y la violencia, democrática; la paz es otra vez el nombre de la guerra; la verdad es mentira, y la mentira, verdadera. Ya no tenemos palabras para identificarnos, para expresarnos, porque ya todas están dichas y marcadas con el veneno del odio y la venganza. Ya no puedo decir lo que pienso, porque todos entenderán otra cosa. Ya no hay razones, sino causas, pero ya no quedan abogados, sólo fiscales. Hemos perdido el juicio antes de celebrarlo, porque ya no hay juicio, todo está ya decidido y visto para sentencia. No importa donde vayas, en todos los lugares encontrarás una cárcel. Ya no es posible la poesía, la conversación, el humor. Todo comentario es una crítica; toda crítica, una provocación; y, ante la provocación, reacción. Justicia de la venganza familiar, ojo por ojo hasta que no queden ojos. Quisiéramos hablar, pero siento que ya ninguna palabra es posible, tampoco el silencio. Hemos realizado el sueño del control total: todo lo que digas será utilizado en tu contra.