miércoles, 31 de diciembre de 2014

Elogio de la rutina

La rutina, a la que muchos desprecian, es siempre otra vez nueva y distinta, un universo de irrealidad que se sostiene en un absurdo estar al margen del mundo, un despedirse de los graves problemas que deberían preocuparnos y, sin embargo, quedan reducidos a su status de vanidad grandilocuente, grandes palabras que aturden a los poco avisados. Si el mundo puede caerse a nuestro alrededor mientras nos aplicamos en la rutina, quizá es que no importe tanto. Los siglos no se construyeron por las grandes preocupaciones, que son formas de destruir lo hermoso del tener sentido, sino por la suma de una infinidad innúmera de pequeñas rutinas, de pequeños hombres y mujeres sumidos en sus pequeños quehaceres con calidez de artesano, como el que dedica sus días a perfeccionarse en el arte de lo que no es sino el entretenimiento de lo sin importancia, al fin y al cabo, lo único que importa. Vivir es comprobar que las rutinas, a salvo del sobresalto, permanecen. Todo lo inventado surgió en el trasiego de una rutina. Por eso, está vivo.