Escribo su nombre con acento porque siempre lo dijimos así.
Nosotros, los españoles del Mediterráneo, somos más familiares a este nombre
que los pueblos del Norte, a quienes admiramos. Nosotros tenemos nuestra propia
familiaridad con los así llamados, como con las gentes que dieron este nombre.
Escohotado, persona de la que no dejo de aprender lecciones
de humildad, recomienda emplear tu tiempo en seguir tu curiosidad, en explorar
aquello por lo que te preguntas, sin detenerte nunca. Llevado de su ejemplo,
esta noche me preguntaba por los padres de la nación norteamericana, la que se
dio a sí misma un nombre tan prosaico, y a la vez tan abierto a buscar su
verdadero nombre echándose a andar. Empecé por Franklin algo por capricho,
quizá también por otro tipo de familiaridad, esta, infantil. A Wikipedia, que
es una joya sin precio, un regalo para la Humanidad, le debo haber tenido una
breve noticia de su biografía, cuyo interés radica más en el personaje que se
hizo con ella; pero, sobre todo, este sabroso listado de virtudes, tan llenas
de valor como bien pronunciadas, con las palabras justas, tanto en inglés como
en su traducción española. (Leo que su biografía fue traducida por primera vez
por León Felipe, poeta muy estimado, y mi asombro es doble.)
Lo que me resulta más admirable de estas trece virtudes, sin
embargo, es que fueran dichas para sí mismo, y no para los demás. Que no fueron
pensadas para exigirlas de nadie más que de sí mismo. Quizá por coherencia con
su ambiente puritano, se impuso con veinte años la tarea de practicar una de
ellas cada semana, escribiendo el resultado sobre un papel, y así lo hizo
durante toda su vida para tratar de ser mejor persona. Yo lo entendí hace no mucho tiempo. No se
trata de cambiar el mundo de los demás, déjales entre sus cosas; se trata de
cambiar tu mundo, en tu tarea a solas, en la que tienes que ser. Si trabajas
para que tu mundo sea mejor, no hay más que puedas exigirte.
Hay un erudito chino de nuestro siglo XVI, Liao Fan (了凡), que también
anotaba diariamente las veces que era, o no, virtuoso. Pensaba que el hombre
que consigue ser virtuoso cierto número exigente de veces, alcanzaba la
posibilidad de liberarse de su propio destino. Yo no soy una persona virtuosa,
aunque en muchas ocasiones he pretendido serlo. No voy a exigirme otra cosa que
la que ya me exijo, seguir siendo. Pero creo que merece la pena traer las trece
virtudes del señor Benjamín Franklin, para que, una vez conocidas, no las
dejemos caer en el olvido.
- Templanza: no comas hasta el hastío; nunca bebas hasta la exaltación.
- Silencio: habla solo lo que pueda beneficiar a otros o a ti mismo; evita las conversaciones insignificantes.
- Orden: que todas tus cosas tengan su sitio; que todos tus asuntos tengan su momento.
- Determinación: resuélvete a realizar lo que deberías hacer; realiza sin fallas lo que resolviste.
- Frugalidad: gasta solo en lo que traiga un bien para otros o para ti. Ej.: no desperdicies nada.
- Diligencia: no pierdas tiempo; ocúpate siempre en algo útil; corta todas las acciones innecesarias.
- Sinceridad: no uses engaños que puedan lastimar, piensa inocente y justamente, y, si hablas, habla en concordancia.
- Justicia: no lastimes a nadie con injurias u omitiendo entregar los beneficios que son tu deber.
- Moderación: evita los extremos; abstente de injurias por resentimiento tanto como creas que las merecen.
- Limpieza: no toleres la falta de limpieza en el cuerpo, vestido o habitación.
- Tranquilidad: no te molestes por nimiedades o por accidentes comunes o inevitables.
- Castidad: frecuenta raramente el placer sexual; solo hazlo por salud o descendencia, nunca por hastío, debilidad o para injuriar la paz o reputación propia o de otra persona.
- Humildad: imita a Jesús y a Sócrates.